Sunday, September 22, 2013

Breve Visita a la Casa de Merrick

Althea Fink Merrick (statue, 2010)
looking at her house.

Decido explorar sitios históricos de Miami con el libro Great Houses of Florida a mi lado, conduzco por el segmento de la calle 24 del suroeste citadino llamado Coral Way flanqueado por mansiones y chalets que emanan gran belleza y jardines que invitan al recogimiento, pero en los que difícilmente pudiera aparcar por tratarse de propiedades privadas de más de seis cifras en costo. Me detengo en el número 907, estoy en la que fue vivienda de la familia Merrick, aquí se forjó el núcleo y nació el nombre de la ciudad de Coral Gables.
The Merrick family homestead.

Pero no todo le fue tan fácil a esta familia de Massachusetts que en 1899 compraría a ciegas un lote de 160 acres en el sur de la Florida. En un intento por escapar del luto y problemas de salud agravados por largos y crudos inviernos, no encontraron sino una pequeña cabaña de madera en medio de un terreno rocoso, con escasas plantas, lleno de mosquitos y una alerta de fiebre amarilla. La historia de empezar de cero muy conocida por los inmigrantes actuales de la ciudad del sol ya tenía una centuria en precedentes.
Coral Gables Merrick House. Rear view.
Así que a los Merricks, ayudados por inmigrantes bahameses, les tocó trabajar la tierra y vender hasta quimbombó por todo Miami en espera a que los primeros cítricos plantados empezaran a dar sus frutos. Fue la señora Althea Fink Merrick quien ya para 1906 tenía un diseño de su anhelada casa soleada, pero la adición planeada no pudo completarse –por más problemas financieros- hasta 1910, a la que nombró Coral Gables, por usar en sus exteriores lo que más abundaba entonces a su alrededor: la piedra caliza oolítica que ofrece una apariencia coralina al corte y por la configuración triangular de sus paredes para soportar un techo al estilo de las casas del estado de New England. Posteriormente su hijo, George Merrick, entraba en el negocio de bienes raíces, subdividía la plantación familiar, involucraba a otros miembros familiares de gustos refinados y asignaba el nombre de su casa a la ciudad soñada que florecía ya con rasgos mediterráneos.
La historia y las dificultades siguieron, el ciclón del ’26 primero, junto a un embargo ferroviario que prohibía entrar materiales de construcción al sur de la Florida y la Gran Depresión que vendría después acabaron por desvanecer los bolsillos de una familia que se fue diezmando con el tiempo pero que logró mantener el más preciado de sus frutos: el techo familiar.
Merrick House: The entry hall
Althea's peaceful rock and water garden
Desde un banco colindante al estanque con arcos de roca 'coral' y peces tropicales en el backyard de la casona, que en un tiempo fue el centro de meditación de la Sra. Merrick, leí sobre esta historia, en la serenidad de su jardín –y como único visitante- me entregué a la sombra de sus árboles a conocer a esta matriarca y líder comunitaria, fundadora de la primera escuela en el área, patrocinadora de la primera Iglesia Congregacional de Coral Gables, pionera del Club de Mujeres y del Club de Jardines de la zona, pero sobre todo a la mujer perseverante que en medio de enfermedades, inundaciones, heladas, sequías y economías exangües fue capaz de robustecer y conducir a su familia al éxito, influenciando sobre su hijo en el desarrollo de la ciudad más encantadora del condado.
Statue of Althea Fink Merrick,
unveiled by the City of Coral Gables
Desde allí pensé en cómo se desangra hoy el gran Miami. Vi frente a mí a la enfermera nicaragüense trabajando horas extras para financiar la casa que construye en una playa centroamericana, a la coterránea que sumando propinas en un restaurante local ha comprado otra en su pueblo natal, o a la haitiana que recoge desechos contaminados y pregunta a través del móvil a un familiar si su última remesa ya fue recibida. Ellas también debieran visitar este remanso de paz y aprendizaje, pero sus historias son muy diferentes y Althea no alcanzó a vivirlas.

Photos by José Soriano